Como los buenos propósitos hay que tratar de
cumplirlos desde el primer día, hoy 1 de enero os traigo la review de mi viaje
a Viena del 26 al 30 de diciembre.
Aunque Viena apetece conocerla en cualquier
época del año, se nos había antojado verla nevada y engalanada con los adornos
y luces navideñas, pero para nuestra desgracia, no vimos caer un copo de nieve,
aunque pudimos disfrutar de una agradable temperatura para las fechas y de su
atmósfera festiva.
El hotel que elegimos tenía muy buenas
críticas, y siendo una ciudad tan limpia como Viena, un hotel de 4 estrellas
tiene perfectamente la misma consideración que en España. El hotel Mercure
Grand Biedermaier se encuentra a tan sólo dos paradas de Stephansplatz y tiene
muy buena conexión tanto por autobús como por metro. Se encuentra a 2 minutos
de la estación de metro de Landstrasse Haupstrasse, donde además hay un centro
comercial y la única estación de tren CAT, que ofrece línea directa sin paradas
con el aeropuerto, por lo que en 20 minutos puedes estar ya en la habitación.
Lo primero que se debe hacer al llegar a
Viena es comprar la Vienna Card (19.90 € para 72 horas) en el aeropuerto para
beneficiarse de los descuentos en transporte y atractivos de la ciudad, y lo
segundo es ir al hotel a dejar las cosas para poder darnos una vuelta. Como el
viaje se hizo algo pesado y a las 12 ya teníamos hambre, decidimos ir a
Stephansplazt, que seguramente sea la zona de Viena con más vida, para poder
tomar algo o comer, y ya de paso ver las tiendas, y cómo no, la Iglesia de San
Esteban.
Al día siguiente ya teníamos más jaleo, de
ahí que el día anterior nos lo tomáramos con más calma y nos fuéramos pronto a
descansar.
Una de las mejores opciones para pasar las
mañanas y disfrutar de la luz es visitar alguno de los palacios vieneses. Como
podríamos pasarnos días y semanas conociéndolos todos, hemos elegido dos por su
importante valor: el Palacio Belvedere y el Palacio Schönbrunn.
Lo aconsejable es ver un palacio cada día
pues puede llegar a saturar, y ya de paso visitar otros monumentos que se
encuentren cerca, para aprovechar la visita lo máximo posible.
El día antes de marcharnos fuimos a Bratislava, que está a tan sólo una hora en tren. Lo mejor si queréis conocer otras ciudades es que lo dejéis para los últimos días, por si os quedáis sin tiempo de ver Viena en condiciones no sacrificarlo por Bratislava que se ve en medio día y tampoco tiene gran cosa.
El viernes 27 planeamos nuestra visita para el Belvedere, el cual alberga un famoso museo por sus obras de Klimt, como "El Beso", Egon Schiele, Monet, o Van Gogh entre muchos otros.
Con la Vienna Card o tarjeta de estudiante la
entrada sale a 11.30€. Para llegar hay que tomar el metro hasta Museumsquartier
o Karlsplatz (línea U2) y subirse en el tranvía D, bajándonos en Schloß Belvedere. Si os gusta la pintura es
una visita más que recomendable, pero si por el contrario vais por el hecho de
conocer el palacio, es mejor que visitéis a Schönbrunn.
A eso de las 13:00 salimos del museo con
dirección al Cementerio Zentralfriedhof, donde están enterradas muchas de las
grandes figuras de la música clásica, tales como Mozart, Beethoven, Brahms,
Strauss (músico), Strauss (director)…
Para llegar allí hay que tomar el metro y
después el tren S7 de la compañía OBB hasta Zentralfriedhof. En nuestro caso
compramos el viaje desde Madrid con la ida a las 14:11 y la vuelta a las 16:31.
Para mi gusto es la mejor hora por la luz, ya que se consiguen unas fotografías
muy bonitas, y a eso de las 16:15 ya es de noche.
El sábado 28 comenzamos con la visita a Schönbrunn,
no tiene pérdida pues la estación tiene el mismo nombre (línea U4). El precio
de la entrada al Grand Tour, que incluye todas las estancias del palacio, fue
de 13.50 con la Vienna Card o carnet de estudiante. Este lugar es impresionante
por su arquitectura, sus parques, jardines y fuentes que invitan a hacer
deporte y a subir al café de la Gloriette, que hace sus veces de mirador, para
disfrutar de las vistas y de un desayuno típico en un palacete, acompañado de
un pianista tocando.
En mi opinión este ha sido uno de los lugares
que más ha merecido la pena descubrir, si tienes la ocasión de ir no la dejes
pasar, y si quieres disfrutar de unas increíbles vistas sin ser molestado por
los turistas, subir hasta el café es la mejor opción, pero prepara el bolsillo,
un par de tés y una porción de tarta cuestan 14 euros aproximadamente.
Ya, mucho más relajados nos dirigimos al Naschmarkt,
en la parada Kettenbrückengasse o Karlsplatz de la línea U4. Aquí podemos
encontrarnos fruta fresca, todo tipo de especias y restaurantes pintorescos con
vistas al mercado. Es muy apetecible probar los bollos de semilla de amapola (mohnkuchen)
y los punsch o el glüwein (vino caliente). En nuestro caso aprovechamos para
comer en uno de los restaurantes más cercanos a Kettenbrückengasse, que servían
la deliciosa Kartoffelsalat, unas típicas salchichas y un plato con hummus,
Tzaziki, queso feta, etcétera. PD: lo típico cuando comes fuera en Viena es
dejar propina de 2 o 3 euros. PD2: Tenéis que tener en cuenta que en Austria lo
normal es comer sobre la 1, así que si vais más tarde de las tres seguramente
os los encontréis cerrados, a menos que sea un Mcdonalds o algo por el estilo.
Esto es aún peor cuando quieres cenar, que a las 9 ya no hay nada abierto y
tampoco hay “chinos” o supermercados para comprar algo de picar.
Cansados de ir con prisas nos dirigimos a la Österreichische Nationalbibliothek para ver el Prunksaal, la zona antigua de la biblioteca, decorado con suntuosos frescos y estatuas de mármol, y que contiene además una colección de fotos antiguas, así como papiros, manuscritos y globos terráqueos. Esta visita era la que más ilusión me hacía ya que parece la mismísima biblioteca de la Bella y la Bestia y siempre me ha gustado conocer bibliotecas antiguas. Merece muchísimo la pena además de que es bastante económico: 7 €. Se encuentra situada en la parada de Herrengasse de la línea U3.
No muy lejos está la Iglesia Votiva y el
Rathaus. Si quieres ir a la Iglesia Votiva, asegúrate de ir antes de las 18:00
y de que no sea lunes, pues estará cerrada, pero por fuera se encuentra en
obras, así que sólo podrás encontrarte una malla de publicidad en la fachada,
por lo que no tiene mucho interés. Su estación de metro es Schotenttor en la
línea U2.
El domingo 29 lo empleamos en ir a
Bratislava, ciudad sobre la que había leído muy poco y que por las fotos que
había visto me tenía bastante ganada, aunque luego ello distaba mucho de la
realidad y resultó ser una ciudad bastante poco turística, pero llamativa ya
que viniendo de Viena supuso un gran cambio.
Los trenes a Bratislava salen de la estación
de Simmering (línea U3) con la compañía OBB y cuestan ida y vuelta 15 euros por
persona. Para aprovechar bien el día cogimos el tren a las 9:27 que llegaría
una hora después a la estación de Hlavna
Stanica. De allí la forma más cómoda para llegar al centro es en el tranvia número 13.
Algunos de los monumentos a visitar son: el Castillo de Bratislava, la Puerta de San Miguel, la Calle Michalska, la Plaza de Hlavne Namestie y Stare Mesto, el Ayuntamiento y el Palacio del Primado.
A las 13: 45, después de haber recorrido
tranquilamente todo el centro de la ciudad, fuimos a comer en Prasna Basta, en
la calle Zamonicka 11, un restaurante bastante típico, al lado de la calle
Michalska y con unos platos muy interesantes. La cerveza de la zona es bastante
buena, aprovechad para probarla.
Como ya no teníamos mucho más que ver en Bratislava
y nos faltaba tiempo para hacer cosas en Viena, a las 15:27 nos cogimos el tren
de nuevo en Hlavna Stanica.
En mi opinión la excursión a Bratislava fue diferente e interesante pero puede resultar una ciudad fea por lo poco cuidados que aparecen los edificios en cuanto sales de las cuatro calles principales.
En mi opinión la excursión a Bratislava fue diferente e interesante pero puede resultar una ciudad fea por lo poco cuidados que aparecen los edificios en cuanto sales de las cuatro calles principales.
Llama la atención como se pasa de una ciudad lujosa y blanca a otra alicaida y de estética muy comunista. Esto se observa muy bien desde el castillo, con sus vistas a Petrzalca y su mar sin fin de bloques de casas multicolor.
Tampoco hay mucha vida en las calles a parte de los turistas sólo vimos a gente pidiendo, y bueno el día fue gris, desmereciendo más la visita. Si tenéis pensado ver bastantes cosas todavía en Viena, os recomiendo que prescindáis de Bratislava.
El día 30 nos quedaban algunas cosas
pendientes y puesto que volábamos a las 19:30, aprovechamos la mañana y la
tarde hasta el final.
La casa Hundertwasser Haus está situada en la
calle Kegelgasse 34/38, para llegar hay que tomar el tranvía número 1 en
Rathausplatz, Burgtheather y bajarse en Herzgasse. Este lugar se me antojó ya
que es un famosísimo edificio modernista, que nos recuerda un poco a Klimt y
Gaudí, pero que entre los turistas y las cien tiendas de souvenirs pierde mucho
encanto, además no está tan cuidada como quisiéramos verla. El resultado es que
nos podíamos haber ahorrado el viaje para hacer tres fotos. Tras 10 minutos
allí nos volvimos a Rathaus y nos tomamos nuestro último punsch en Viena en la
plaza, que estaba rodeada de los típicos puestos de vino caliente para celebrar
allí la nochevieja.
Como la excursión que nos faltaba era la ópera,
y quedaba cerca Naschmarkt, fuimos a comer de nuevo allí, aunque a un
restaurante diferente y con el estómago lleno entramos en la Staatoper de
Viena, cerca de Karlsplatz, donde asistimos a una visita guiada por su
interior, viendo las diferentes estancias, como el escenario y la sala de
butacas. Para mi gusto, yo que no soporto las multitudes, estaba bastante saturado
y se hacía agobiante, además de que era difícil seguir las explicaciones con
tantos grupos juntos. Aunque es curioso, si no tenéis un especial interés,
podéis obviar la visita. Dura 40 minutos y cuesta 3.5 € con el carnet de
estudiantes.
He intentado resumir la entrada para no
hacerla demasiado extensa, pero con tantas cosas por ver en Viena es imposible.
Esta es una de esas ciudades que no piensas visitar por ignorancia o porque
nunca te ha llamado lo suficiente la atención, pero me ha sorprendido muy
gratamente conocer un lugar con tanta cultura y tan limpio. Me ha servido para
repasar alemán y ver la Navidad con más ilusión.
¡Que paséis felices fiestas, hasta otra! Chao
chao